Apoyado en el pretil
la vehemencia me conturba,
el regato me perturba
reflejando lo pueril.
Este sínodo febril
cercena mi entendimiento,
me reprueba el sentimiento
y concurre en verbo hostil.
Porción prístina, fluido
disgregado y yuxtapuesto,
encarado y descompuesto,
antitético cumplido,
manas quedo y sin sentido
cual rezuma en mí el proyecto
que abandona al circunspecto
y revela al aturdido.
Si un propósito evidencio
no es designio, sino empleo
que me empuja al chapaleo
y al deleite del silencio.
¡Una cabriola! Sentencio.
No habrá trazo del andoba,
no seré sustancia proba.
Un sostén futuro agencio.
Aunque agravie al desamparo,
cruel desahucio, vil condena
que la voluntad cercena,
ya no encubro mi descaro.
Lo ulterior con burla encaro,
desentiendo mi intrusión,
no demando una expiación
y desdeño todo amparo.
Mordaz sátiro zahiriente,
de esta guisa mencionado…
Tal vez un iluminado,
pero no precisamente
del agrado de la gente
pues, lanzado hacia el vacío
de este arroyo, de este río,
mudaré en inconsistente.
Seré eterno, cual deidad.
Mi observancia del quehacer
no tendrá por menester
más que la necesidad
de apreciar la realidad
tal y como se presente,
ya concurra lentamente
o con gran velocidad.
Y abandonado el conjunto,
remoto, impreciso y vano,
fútil, frívolo, inhumano,
no ocultaré mi barrunto.
Mi caletre, ya bisunto,
porfiará nuevas injurias
pues, ¿qué clase de penurias
acaecen al difunto?