domingo, 23 de noviembre de 2014

Vosotros dejadme en paz

Vosotros, que os atrevéis
hoy a llamaros poetas,
en el siglo veintiuno.

Vosotros, que no sabéis
más que hablar de penes, tetas,
borrachera al desayuno.

Vosotros, que sois soeces
porque así creéis que el verbo
sale del alma hacia afuera.

Vosotros, que raras veces
hacéis caso a vuestro acervo
y os burláis de la solera.

Dejadme escupir mi voz,
acunar renacimiento,
dar un paso hacia adelante.

Dejadme ser tan atroz
que os explique por qué siento
que ya tuvisteis bastante.

Dejadme bailar mis ritmos
y enseñar a los chavales
que los versos son muy bellos.

Dejadme cien logaritmos
neperianos, decimales,
que yo bailaré con ellos.

En el arte de rimar
se basó la perfección
de lo que llaman poesía.

En el juego singular
que violáis sin ton ni son,
con absurda tontería.

En mis versos de dolor
siento hablar con tanta pena
de genial asignatura.

En tanto que la color
de la rosa y azucena
se desviste de amargura.

Paz os pido si no os gusta
lo que escribo a vuestro lado,
pero siendo diferente.

Paz ofrezco, tan robusta
como el verso desalmado
que hoy agrada a tanta gente.

Paz sin más, y sin pesares
que no he de sentir, ni siento,
porque vivo muy tranquilo.

Paz os doy, y mis cantares
piden paz y no lamento,
porque vivo... y os vigilo.

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